
Abierto hasta 31 dic 2025
En un mundo donde la productividad constante se ha convertido en la norma, el estrés se ha instalado como compañero habitual. Pero, al contrario de lo que muchos creen, no desaparece por sí solo ni debería asumirse como un estado natural de nuestra existencia.
La gestión del estrés es una habilidad fundamental que todos necesitamos desarrollar para proteger nuestra salud mental y física, y afrontar de forma equilibrada las exigencias del día a día.
Cuando hablamos de estrés, no nos referimos a ese impulso puntual que nos ayuda a responder ante una urgencia, sino al estado prolongado que desgasta, deteriora nuestra calidad de vida y que, lamentablemente, muchos intentan ignorar, esperando que desaparezca por sí solo.
El estrés sostenido actúa como un ladrón silencioso que va deteriorando nuestra salud poco a poco. Cuando decidimos “tirar para adelante” sin escuchar las señales de alarma del cuerpo, permitimos que el impacto del estrés y sus efectos se acumulen y generen consecuencias cada vez más graves.
Nuestro organismo no está preparado para sostener niveles elevados de cortisol -la hormona del estrés- durante largos periodos de tiempo. Ese estado de alerta constante debilita el sistema inmunológico y nos vuelve más vulnerables a enfermedades. Además, el estrés crónico impacta directamente en el cerebro, afectando a la concentración, la memoria y la toma de decisiones.
Ignorar el malestar y continuar “como si nada pasara” puede parecer útil a corto plazo, pero a la larga provoca un mayor desgaste. El estrés no atendido no se desvanece, suele expresarse con más fuerza: trastornos del sueño, problemas digestivos, dolores de cabeza, irritabilidad e incluso cuadros de ansiedad o depresión.
Como advierten los profesionales de salud mental, aquello que no se afronta conscientemente, el cuerpo lo manifiesta a través de síntomas físicos y emocionales cada vez más intensos.
Afortunadamente, existen estrategias efectivas para manejar el estrés que, integradas como hábitos regulares, pueden transformar nuestro bienestar diario. Lo más interesante es que no necesitamos realizar cambios drásticos en nuestra vida para comenzar a sentir sus beneficios.
La respiración consciente es una de las herramientas de relajación más accesibles y potentes que tenemos a nuestra disposición. Dedicar cinco minutos al día a respirar profundamente ayuda a reducir el cortisol y activar el sistema nervioso parasimpático, responsable de la calma y la recuperación. Esta práctica puede integrarse fácilmente en nuestra vida diaria: antes de empezar a trabajar, durante un descanso o al terminar la jornada.
El movimiento físico regular también es un gran aliado. No es necesario convertirse en atleta profesional; caminar 20 minutos diarios, estirar el cuerpo cada cierto tiempo o bailar tu canción favorita son actividades que liberan endorfinas y reducen la tensión acumulada. Lo importante es la constancia, más que la intensidad.
La organización personal también juega un papel crucial en la gestión del estrés. Utilizar aplicaciones de planificación o técnicas como la matriz de Eisenhower ayudan a priorizar tareas y recuperar la sensación de control sobre nuestras responsabilidades. Como se explica en el artículo sobre técnicas de concentración, estructurar bien el tiempo reduce la sobrecarga mental.
También es esencial establecer límites entre trabajo y descanso. La conciliación laboral y personal no es un lujo sino una necesidad para mantener nuestra salud mental. Crear rutinas que marquen el inicio y el fin de la jornada laboral así como contar con momentos sin pantallas favorece la desconexión y el equilibrio personal.
Por último, pequeños cambios en nuestros hábitos diarios marcan una gran diferencia. Mejorar el sueño, incorporar momentos de desconexión digital o practicar mindfulness tienen un efecto acumulativo muy poderoso. Gracias a la neuroplasticidad, nuestro cerebro puede aprender nuevos patrones de respuesta al estrés con práctica y repetición.
El estrés es parte de la vida moderna, pero no tiene por qué controlarla. Aprender a gestionarlo de forma efectiva es una inversión en nuestro bienestar presente y futuro.
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